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Ellas condujeron sus vidas a ser responsables de la inmortalidad de la historia. Las archiveras se unen en la distancia por 7700 kilómetros. Son historiadoras. Tienen en común el lenguaje de la preservación de los documentos. Esther Cruces en Sevilla y Clara Quiroz en Bogotá. En sus cuidados y apoyadas en equipos de trabajo interdisciplinares protegen caligrafías y cartografías. Ellas trabajan en Archivo General de Indias y en Archivo Histórico de Universidad del Rosario.
En la capital andaluza el archivo de archivos, aloja a 80 millones de documentos, que se han medido en posición vertical. Sus papeles, mapas y pergaminos suman nueve kilómetros lineales. Es un Patrimonio de la Humanidad...memoria y esclarecimiento.
En la casona colonial de la capital andina se albergan 8000 libros que están conectados con el origen de la Universidad y con los orígenes de Colombia. Con esos volúmenes se fundó y creció el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, durante trescientos años. En las estanterías los testimoniales de gestas violentas. Se avivan los folios de matrículas de aquellos estudiantes de sus claustros que terminaron inmolados por su participación en la independencia de la corona hispana.
En los dos meridianos, ellas disponen de similares herramientas tecnológicas. Ambas hablan de PH neutro, de escáneres de luz fría. En sus instituciones cuentan con Data Loggers que muestrean miles de datos y facilitan el estricto control de la humedad relativa. Ambas siguen estándares de almacenamiento aceptados por el Consejo Internacional de Archivos (ICA).
Archivo General de Indias - Archivo Histórico Universidad del Rosario
El Archivo General de Indias es monumental. Su armazón pétreo tiene un área de 10000 m². La construcción magnificente con su ladrillería roja y sus escaleras monárquicas, contiene la historia de los reinos de hispanoamérica y hasta más allá...Las Filipinas.
Esther Cruces y María Clara Quiroz coinciden en libros cocidos, coordinan la atención a esos tomos sujetados con pegamentos de cola, están pendientes de esos volúmenes encuadernados con tapas en pieles de animales. Ellas respiran pasado. Al tiempo forman parte del sector de industria archivística que pasa por fabricación de muebles, cajas de cartón y softwares especializados. Son parte de una actividad que se transformó en una fuente que demanda miles de puestos de trabajo como analistas de gestión documental, técnicos de alistamiento documental y digitadores.
El fondo documental colombiano de Universidad del Rosario es descrito por María Clara Quiroz, como: «Es un archivo grande, comparado con el de Sevilla es chiquitico, es interesante, es lindo».
En el otro paralelo del mapamundi, los archivos procedentes de Simancas, Cádiz y Sevilla, por disposición de Carlos III, en 1765, se unificaron en el Archivo General de Indias. Desde entonces, el edificio monumental es la residencia de «papeles pertenecientes a D: Cristóbal Colón y a su título de Almirante de las Indias», también alberga «papeles de sus hijos D. Diego y D. Fernando». En el caudal documental se encuentran también descripciones de descubrimientos de México y descubrimientos de tierra firme.
Bogotá «inmensidad que azota» -como la describió el poeta Jorge Rojas-, tiene extensión de 1.587 km². La superficie de Sevilla es: 140,8 km².
El archivo histórico de Universidad del Rosario, cabría en apenas dos salones del Archivo de Indias. Entre tanto, Sevilla, es una ciudad que en su
dimensión territorial apenas alcanza el tamaño de una localidad entre las veinte que tiene Bogotá.
Esther Cruces -española- y María Clara Quiroz -colombiana-, hablan en provecho y en honor de los archivos. En los legajos de ambas latitudes, despuntan auroras centenarias y vivencias de melancolías. Los relatos de las directoras son el modo primario de las partículas del físico Ronald Mallett para regresar el tiempo.
«El archivo histórico es la última etapa del ciclo vital del documento. A él pasan documentos con valor cultural, patrimonial e histórico», expone María Clara Quiroz. En la altura bogotana se encuentran hechos históricos de época colonial, del siglo XX y parte del siglo XXI, «Tenemos cartas autógrafas de virreyes, cédulas reales que eran actuaciones de los reyes sobre sus colonias; podemos ver también, correspondencia con la Real Audiencia, y oficios de los oidores. Hay intercambio de cartas con arzobispos. Se hallan documentos de alumnos para ingresar a la Universidad y programas de estudios».
Libros incunables...
«Los incunables elaborados en papeles de fibras naturales como el algodón datan de principios del siglo XVI. Esos son libros que se hicieron con la primera imprenta, antes de la imprenta de tipos móviles. Son hechos en papeles suaves, menos blancos, de mucha mejor calidad que el papel que conocemos hoy; son papeles que se resecan menos, son mucho mejor soporte que los otros, las tintas no se corren. Los papeles impresos en tintas ferrogálicas destiñen y empiezan a perforar el papel y hacen manchas. A estos libros no les pasa eso. Son muy sencillos. Tienen unas letras capitales muy bonitas en colores. A finales del siglo XVIII, los editores tenían unos sellos que ponían al final de cada libro, entonces el grabador era un artista. Al ir a un documento colonial prácticamente está intacto. Son documentos con muchas firmas. Estos libros son una gran colección de arte, libros en pergamino con tapa en madera, o en cuero. Hay libros que en las portadas, en las tapas; les hacían unos adornos con conchas que repujaban el cuero, o con piedras, o tienen a veces amarres muy hermosos».
Caldas revivido...
Francisco José de Caldas y Tenorio, fue un científico santafereño condenado a muerte por tribunales de España. Su figura retorna a la vida al final de un pasillo del segundo piso en Universidad del Rosario. En el Archivo Histórico se encuadernó el documento con la rúbrica y los manuscritos legibles de un extenso escrito realizado por el astrónomo para el periódico que él dirigía.
Al traerlo de vuelta se recuerda que Caldas fue ejecutado un lunes, el 28 deoctubre de 1816, cuando se convirtió en mártir de la independencia en Nueva Granada. Con los documentos que exhibe Clara Quiroz se desgajan recuerdos. Conocido como «el sabio», siglos después de su sacrificio, su nombre estuvo postulado para que un cráter de la luna fuera bautizado en su honor.
Los dos archivos están abiertos a cualquier persona que quiera consultarlos. Es la dimensión del uso público del pasado.
Al preguntar a María Clara Quiroz, qué siente al estar tan cerca de estos papeles, responde con una palabra: «Miedo». Una declaración con la que se establece su relación con sus responsabilidades archivísticas.
Libros antiguos y transmisión de conocimiento...
La primera biblioteca que perteneció al fundador de Universidad del Rosario, Fray Cristóbal de Torres, cuenta con 1000 volúmenes. Figuran libros de medicina, obras de los clásicos latinos y griegos. En el catálogo se encuentran gramáticas que fueron material de estudio durante trescientos años según lo sostiene María del Rosario García Flórez, en su tésis «Fray Cristóbal de Torres, un lector del siglo XVII».
El archivo histórico tiene un fondo documental de 8000 volumenes. «Encontramos teología, derecho y metafísica, zootecnia, biología, mineralogía y sociologia», reseña María Clara Quiroz.
En el legado del fray fundador se encuentran 10 libros de la copiosa obra escrita por Bartolus de Saxoferrato el principal teórico de Derecho y considerado «el más influyente de todos los siglos en la formación jurídica de occidente». Son 17 libros en pergamino impresos entre 1527 y 1574 tanto en Turín, Italia, como en Lyon, Francia. En promedio cada uno tiene 190 páginas. La presencia de estos impresos confirma cómo se transmitió el conocimiento del Derecho al Nuevo Reyno de Granada.
Tinta a tinta reviven sucesos con su potencia evocadora.
Limpieza de sangre...
En el fondo documental hispalense se encuentran «los asientos de negros en el Nuevo Mundo». Se localizan documentos de «introducción de negros en Cartagena, Panamá y Portobelo». Se hacen presentes los nformes de Contaduría sobre las ventas de esclavos. Hojas manuscritas trasladan la memoria a Cartagena de Indias y los desembarcos con humores de hedentina tras meses de viaje que salían desde Portugal con su mercancia humana que llegaba desde Angola.
El archivo en la ciudad española revela sueldos del personal de navíos. Las relaciones dan cuentas de compras de aprestos y carabelas. Allí se dispone de inventarios de pertrechos y de artillerías que en el mismo tiempo son memorias de guerras y de galeones.
Con el Mar Atlántico de por medio María Clara Quiroz entera a Esther Cruces que en su archivo hay documentanción que data desde 1653.
«Tenemos colecciones muy lindas una de fotos impresas en vidrio, una técnica muy escasa, en una placas de un milimetro, de 10 x 8 centímetros»
« Tenemos la colección de la Revista Universitaria, que es la segunda más antigua de Colombia».
María Clara Quiroz, hace una acuarela de la Bogotá del Siglo XVI: «Era una vida privada que se restingía a la casa, la gente salía a la calle en las fiestas de Corpus Christi, o cuando se coronaba un nuevo rey en España. En Bogotá existían las Chicherías. Las calles eran en pura arena. Era una ciudad que se alumbraba con velas de cebo, muy sucia. Lluviosa, con una vida marcada por ritos religiosos. En el Colegio había que rezar. Leer, comer, leer, rezar y acostarse... Estaba prohibido permanecer en la calle a cierta hora. Había poco espectáculo público. Se comía chocolate, mucha sopa, mucho huevo, muchos fritos, poca carne, y bastantes productos de maiz».
En el siglo XVII Fray Cristóbal de Torres pugnaba para que la iglesia suministrara la comunión a los indígenas.
En el mundo de entonces los españoles se afirmaban en «la limpieza de sangre», y para asegurarse verificaban que en sus antepasados no hubiese judíos o islámicos, lo que obligaba, en los casos de matrimonio y de todo negocio, a indagar sobre la proveniencia de la familia del pretendiente.
El Tratado de Tordesillas y el reparto del mundo...
En el archivo de Indias de Sevilla reposan las originales del Tratado de Tordesillas, que suscribieron los Reyes Católicos, Isabel y Fernando de Aragón, y Joao II rey de Portugal. En ese documento se protocolizó el reparto del mundo el 7 de junio de 1494 entre las potencias navales de España y Portugal. «Y lo que es más importante, el mundo por conocer en una perspicacia política enorme» -Dice la directora del Archivo de Indias-. Una raya imaginaria delimitó la navegación y dispuso de las tierras descubiertas. «Tanto que no sea atravesando la raya, que esto sea y quede y pertenezca al dicho señor rey de Portugal y a sus sucesores para siempre jamás». El mismo texto se acordó en beneficio de los soberanos españoles. El escrito en pergamino. Se categorizó como «Memoria del Mundo», por UNESCO.
Esther Cruces, comenta que de los once documentos de España considerados como «Memoria del Mundo», cuatro se encuentran bajo custodia del Archivo General de Indias.
La quinta mujer que logra alcanzar la dirección del Archivo de Indias se Sevilla, llegó a la cima de los archivos en España por concurso de méritos.Ella es miembro del Cuerpo facultativo de Archiveros del Estado.
En el registro patrimonial están los primeros descubridores a la corona. Están ordenados y clasificados las insurrecciones de México en 1624. En Archivo General de Indias se localizan; «Papeles que fueron de Moctezuma, señor que fue de Nueva España». «Papeles que fueron de los generales y almirantes de Armadas». En los registros sevillanos se leen también empleos desaparecidos, como «porteros y reposteros de estrados».
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