Los iraníes llevan el lastre de ser considerados terroristas potenciales. Su país está clasificado en la lista que apoya el terrorismo, pero este hombre contesta con vinilos de colores, y óleos.Hamid dedica un espacio de su tiempo a la pintura. Desde hace catorce años vende sus lienzos en Bogotá. Hamid Reza genera simpatías, habla de las bondades de su pueblo. Su aspiración es que sus elaboraciones pictóricas sean reconocidas. En la sala comedor luce dos cuadros por terminar. Su hijo colombo-iraní de cuatro años ya sabe contar los números hasta cien en perfecto castellano.
En la capital colombiana, Hamid, trabaja de lunes a sábado en un almacén de venta de tapetes. Durante las noches se dedica a mejorar matices de sus bocetos, con los que busca ingresos adicionales para sostener a su familia. Su arte se apoya en la formación académica de su padre, en estudios en bellas artes realizados en Teherán y en el cariño de su esposa colombiana.
Escribe en caligrafía persa. Elabora los nombres de personas, copia renglones de poemas, y hace escrituras esmeradas de versos sagrados. Son letras que proceden de hace 5000 años, para escribir las más bellas escrituras; lo dice mientras ofrece a su visita dátiles de oriente, y sirve en un pocillo de vidrio un té abundante.
Sus manuscritos, los trabaja con plumas hechas en bambú que él mismo fabrica. Su herramienta principal la ha aplanado con un cuchillo, la ha afilado, en lo que él llama un tallado especial y correcto
En Feria del Libro en Bogotá, se han formado filas para ver y para comprar su trabajo.
En su apartamento, le dice con cortesía a los visitantes que, por favor, se quiten los zapatos, mientras alcanza con mansedumbre un par de chancletas para que pongan los pies en su alfombra de sala. «De la calle viene mucha contaminación, y este es el sitio en donde hacemos nuestras oraciones». Dice
Pinceles en bambú y las tintas que no se riegan.
Sus últimos cuadros son bodegones en gran formato. Al tiempo representa la caligrafía expuesta con trazos espirituales. Desde Irán le envían las tintas doradas. En una colección de frascos está la tinta que tiene un encantamiento; no se riega, aunque se voltee el frasco. En tiempos antiguos los persas ingeniaron una mezcla de tinta y seda pulverizada, tomada del gusano de seda. La mixtura queda como una gelatina espesa y manejable que no sale de su frasco.
El último fin de semana, el viernes 13 de septiembre de 2019 con el empleo de nueve drones bombardearon una planta petrolera de Arabia Saudí. Estados Unidos ha inculpado del ataque a Irán. Mientras los tanques saudíes con el combustible fósil están ardiendo y el mercado petrolero está expectante y cuando se anuncian sanciones en contra de Irán; Hamid en el entretanto del conflicto internacional, se inclina en sus plegarias... habla con su familia que vive en Teherán y, a la que no ve en persona, desde hace veintiseis años. Allá están sus siete hermanos y sus padres.
Junto con un grupo de iraníes residente en Bogotá ha conformado un equipo de fútbol. Como es domingo los amigos tienen partido organizado contra una escuadra de vecinos. Hamid lleva su camiseta nacional... las esposas iraníes les han ayudado a ordenar los guayos, les han alistado los uniformes. Los futbolistas originarios del país asiático van a la cancha, juegan convencidos de que no son un peligro para la humanidad...
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Texto y fotos: Nelson Sánchez A.
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