Ofreció un concierto en órgano el domingo 11 de Agosto en la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria en la capital colombiana. Interpretó sonatas de Bach y corales de Mendelssohn. El lunes siguiente en el Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá, Álvaro Tinjacá Bedoya tomaría el avión que habría de regresarlo de Colombia a Alemania. En el país europeo trabaja y reside.

Cerca de Düsseldorf, ciudad atravesada por el río Rin, en una Iglesia Luterana el intérprete colombiano cumple también funciones como organista, director de orquesta, y director coral. Álvaro Tinjacá acompaña los cantos de la asamblea. Los creyentes presentes en cada servicio son conocedores, y varios de ellos, eruditos en música.

En el periplo del músico en Colombia, en el templo colonial construido en el siglo XVII, sería el intérprete del instrumento que llegó a la ciudad en 1896. «Cuando empezamos con la idea del concierto el órgano ya no se podía tocar. Al final pudimos escuchar que sonó muy dignamente»...

El maestro organista estuvo en el muelle internacional con sus padres Álvaro y Amparo. Ellos lo despedirían, como siempre ha sido, en todos sus viajes por la vida y por los anhelos compartidos.

El día anterior Álvaro, contratenor y organista, sumó otro orgullo para su familia. Hizo música con el aire, con pies y con manos: «Las partituras para órgano tienen tres pentagramas; una para las notas del pedal». Aclara.

El instrumento eólico embelesó al público que escuchó el sonido de los tubos y retornó a la majestuosidad de la música sacra. Fue la inmersión en siglos anteriores. El complejo mecanismo del órgano funcionó de nuevo.

El concertista se desdobló en los compases armónicos. Sobrevino entonces el «Alegro maestoso e vivace» de Mendelssohn... el maestro organista al teclado. Las arcadas y los columnarios del patio en lo que una vez fue convento y Colegio Agustiniano, explayaron acordes de tiempos idos.

Cerca al altar, en lugar preferente estaba el superior de la Comunidad de Agustinos Recoletos, el guardián de la Catedral Primada de Bogotá, y su propio tío sacerdote Francisco Tinjacá; con oído atento daban cuenta de un retorno glorioso del Órgano, el instrumento más grande del mundo.


Ingeniero, organero y organista para hacer sonar el Órgano


El fuelle del instrumento de viento y su afinación conllevaron una carga de significados.

Fue la vuelta reminiscente a los años de 1970. Todavía las calles del antiguo barrio La Candelaria albergaban a procesiones nocturnas. El vecindario reverente en el culto católico, hablaba en voz baja y encendía veladoras. Como lo fue desde el siglo XVII. Penitentes con capirotes morados cargaban en andas la imaginería tallada. El sobrecogedor desfile nocturno con candelas revivía en forma dramática episodios evangélicos de la pasión y muerte de Jesús.

Durante las misas sonaba el órgano en su expansión eólica. De los tubos altos emanaban las notas más graves.

«Fue una inmensa alegría, pude aportar con un concierto de órgano al panorama de la música en las iglesias en Colombia y a la conservación del patrimonio instrumental del país. Fué un reto para el maestro organero Gil y el ingeniero López Laspriella que tuvieron que reparar, afinar, hacer tocable y escuchable el órgano en tiempo record». Así explica Álvaro Tinjacá su audición de musica sacra en Bogotá.

Con el sonido envolvente del concierto hubo una tripleta de talentos que se adentraron en el entresijo del instrumento y le retornaron a su vitalidad: un organero, un ingeniero electrónico, un concertista.

Se trató de una ciencia exacta. Significó entrar en el secreto y en la tubería del órgano. Conocimientos integrados para que el concertista pudiera percutar el teclado y despacharse con sonatas y preludios. «Fue una jornada de una semana y media de muchas horas donde encontramos un bello órgano Amezua hecho en 1895 e instalado en 1897 por un organero enviado por Lope Alberdi (discipulo de Aquilino Amezua) siendo este el 3º de la casa española en el país.» - Dice el organero y ebanista Jesús Gil.

Gratiniano Eduardo López, ingeniero electrónico, colocó el conocimiento para que el arrojo del viento se convirtiera en música: «Inicié con un diagnóstico del sistema eléctrico del órgano, el cual presentaba problemas. Algunas notas en diferentes registros ya no sonaban. Se necesitó de calibración de contactos en otros, que a veces sonaban y a veces no. Para corregir esto fue necesario el cambio de algunos electroimanes, el cableado y la revisión profunda de los contactos de todas las teclas, incluyendo el pedalero. Lo logramos en tiempo record. Tuvimos el resultado final exitoso».


De Zipaquirá a Stuttgart


Trabajaría en la música y juntaría fondos con el objetivo de llegar a Alemania. Experimentaría en los ambientes que vivieron Brahms, Strauss, Schumann. Álvaro Tinjacá Bedoya de Zipaquirá, Cundinamarca, viajó desde la tierra en que nació su padre. Arribó a suelo germano como maestro graduado en música en la Universidad Juan N Corpas.

En el terreno su aprendizaje de alemán quedó corto. En la región a la que llegó, el idioma que encontró fue el Suevo, un lenguaje que sobrevive de un reino germánico desaparecido. Por momentos, el músico se encontró en encrucijadas verbales, y como siempre, retándose para acertar con la salida.


De Haendel a Tinjacá-Bedoya


Es agradecido con Haendel. Ha atendido diferentes invitaciones para participar en la coral universal, El Mesías, del compositor alemán. La tenacidad interpretativa del zipaquireño lo ha puesto en los escenarios de las principales capitales de Alemania, entre estos, las catedrales de Berlín y de Colonia.

«Mis padres me enseñaron que las cosas se consiguen trabajando», explica el músico. Metódico en sus gastos. En Alemania a los cinco meses de estadía logró su primer contrato laboral en Alemania.

El músico colombiano ha vivido audiciones exultantes, una de ellas fue actuando con la Orquesta Barroca de Jerusalem con motivo de la conmemoración de los 70 años de la fundación del Estado de Israel que se celebró en 2018. El apoteosis lo vivió con la interpretación del Mesías de Haendel en hebreo. «El proyecto musical fué liderado por la directora brasilera Monica Viera Vasquez, consisitió en la grabación del famoso Oratorio de Georg Fridereich Händel - escrito originalmente en Inglés-, pero grabando por primera vez en idioma hebreo con solistas alemanes e israelitas»,así explica Álvaro la experiencia.

Dicho certamen resignificó las relaciones entre dos pueblos luego de lo acaecido en la Segunda Guerra Mundial.

El colombiano tuvo la responsabilidad de interpretar los solos «Fué hermoso darle voz a esa experiencia tan hermosa de perdón intergeneracional». Su participación extendería a tres escenarios: Liederhalle Stuttgart, Alte Oper Frankfurt am Main y el Festival de música religiosa de Schwäbische Mund.

«Me conmovió ver cómo después de una historia tan atroz, dos pueblos pueden volver a reecontrarse y aprender de su historia común, así esa historia sea en parte una tragedia». -Dice el maestro colombiano-.

Desde el coro del Templo de la Candelaria, Álvaro Tinjacá Bedoya, se ocupó de la música celestial de Bach en el escenario eclesial flanqueado por pinturas al fresco, altares monumentales, tallas de imágenes de santos y molduras cubiertas con láminas en pan de oro.


Alemania: Examen frente a musicólogos


De cara a los desafíos, tuvo en mente hacer una maestría en una escuela prestigiosa de Europa. Lo intentó tres veces en Holanda, fue aceptado en dos conservatorios que no podía pagarse. Buscó una cuarta oportunidad en Alemania la que tomó con buen humor.

Ante diez musicólogos tocó su intrumento, y se anticipó a despedirse antes de que lo despidieran. Su carácter bizarro se resignó por si tenía una nueva pérdida...

«El examen de Stuttgart fué el quinto que hice en Alemania y el único que aprobé, en esa audición había ocho profesores de canto y en la comisión estaba sentado el gran tenor mexicano Francisco Araiza, que se pensionaría dos años después a comienzo de 2018, después de enseñar en Stuttgart por casi 30 años. Ese día fuí muy abierto con la comisión, muy sonriente, muy relajado y les dije... "bis ganz Bald" (hasta muy pronto...) lo que les causó mucha gracia. Los alemanes son muy serios en los exámenes y yo actué con mucho desparpajo colombiano». Después de esta sesión fue admitido en los estudios de maestría en Stuttgart.


Origen de Álvaro Tinjacá Bedoya


El organista y contratenor dice: «En casa todo era música. Había tiple y bandola. La abuela paterna es de Vélez, Santander, y mi otra abuela es valluna con costumbres paisas. Cuando no existía el internet su actividad social al final del día era reunirse a cantar y a tocar». La familia Tinjacá-Bedoya provino de campesinos que aprendieron a hacer música sin lecciones. «El abuelo Jorge siempre interpretó y formó grupos dedicados a la musica colombiana con tiple y con guitarra», comenta Amparo Bedoya, «En cuanto al tío, el padre Francisco, él interpreta guitarra y canta.»

La carrera comenzaría en el coro de niños de la Casa de la Cultura en Zipaquirá. No había que pagar por aprender. «Fíjese como una escuela puede cambiar una vida», enfatiza Álvaro. En las tardes, en regreso a casa practicaba en un teclado. «En la Orquesta Sinfónica Juvenil hice mi formación musical de niño».

A los trece años dijo a don Álvaro que estaba dispuesto a abandonar los estudios de bachillerato. Propuso, que en cambio, se dedicaría de lleno a la música. Convenció a su familia. Un amigo alborozado le hizo saber de una oportunidad hecha para él: en la Universidad Juan N Corpas, podía concluir el bachillerato y, además, continuar con los estudios hasta obtener el título profesional de maestro en música. Motivado se presentó a Facultad de Música. Esperaba terminar allí sus estudios de secundaria y avanzar a la carrera de educación superior.

Tuvo la certeza de que, tras completar cinco años de estudios universitarios, sería competente en la lectura de partituras, la música de cámara, la orquestación, los arreglos corales e instrumentales, así como en la ópera. Se determinó a ser músico profesional, en ese terreno puso sus estacas. Se graduó en 2011.


Desde el vientre de la madre...


Durante su formación universitaria, los docentes confirmaron que Álvaro Tinjacá es contratenor. Es decir, que tiene la capacidad de registrar notas muy agudas. Esa particularidad vocal poco común, es un activo que le genera trabajo.

Dos jovenes abogados, Amparo y Álvaro, cruzaron sus vidas por pleitos judiciales tras tomar cafés. Se casaron. Amparo Bedoya comenta: «Cuando Álvaro estaba en mi barriguita mi esposo y yo le poníamos música clásica. Junto con mi marido nos dimos cuenta que nuestro bebé se tranquilizaba. Era como si se durmiera. Si quitábamos la música se despertaba y se inquietaba».

«Ellos, mis padres, hicieron tanto por mí; acudieron a préstamos en bancos para financiar mi carrera. Dieron lo que tenían por comprar mis instrumentos». Dice Álvaro.

«Hay que ver también lo que él hacía, y cómo era de juicioso y dedicado. A las 4:00 de la mañana se levantaba a practicar. Se esforzó cuando se iba a estudiar el idioma alemán. En Alemania hace un sacrificio emocional en un mundo lejos de los suyos y en donde todo es muy distinto ». El tono de Amparo expresa, más allá de su amor materno, la compasión por su hijo y el aprecio por las consistentes demostraciones en su aprendizaje.

En el siglo de la información, de confrontaciones y de diversidades teológicas, en el mundo denominado poscristiano, Álvaro Tinjacá es de aquellos que hace que los armónicos litúrgicos continúen con vigorosa presencia.

Tinjacá Bedoya, antes de viajar cuenta que está componiendo. Sólo él sabe, cómo y hasta dónde quiere llegar...


│ Noticias Colombia Texto y Fotos: Nelson Sánchez A. │ Diseño: Andrés Rodríguez │ Contacto: redaccion@noticiascolombia.com.co │