La docente en periodismo Fátima Martínez estuvo atenta al recorrido de dos venezolanos que llegarían al Terminal de Bogotá.

"Los héroes son ellos", dijo antes de recibirlos. Estuvo en las fronteras captando las imágenes del paso de los migrantes a Colombia, ahí les conoció.

Vinieron Miriam y su hijo Julio César, el asunto era alojarlos, solventarles un arriendo y proveerles alimento. En Universidad del Rosario, en donde labora, Fátima Martínez, se desató una corriente de pensamiento en favor de la migración. Total que, en el abrazo emotivo del encuentro y con todos los desafíos, había un sentimiento de coherencia entre el decir y el hacer...

 



Cuando le dijeron que en General Motors se había acabado todo, que no había carros para vender, Miriam González asumió que los tiempos de venta automotriz y el comercio de productos de seguros terminaban. Comprendió, de esa manera, que finalizaría su empleo de ocho años.

El presidente Hugo Chávez, en 1998, cumplió su promesa. La lucha de clases, concretó su victoria y era contra los terrratenientes. Dijo que atacaría la concentración de la tierra y que grandes extensiones en pocas manos deberían ser tomadas por los pobres. Fue un anuncio letal para su familia. La Hacienda Maturincito, en Carupano, Estado Sucre, había sido el territorio de propiedad de José González. Durante toda su vida hizo de la agricultura su patrimonio; sembró café, plantó cacao, cultivó naranjales, que financió con la asistencia del Fondo Nacional del Café. Al mandato del presidente, en los predios de Maturincito irrumpieron los desposeídos, alentados por su consigna: ¡exprópiese!. "Tras la pérdida, mis padres, José y Eloisa entraron en depresión y fallecieron", dice Miriam González.

La licenciada en Administración, quien vivió en el sector de Los Teques, en el centro de la capital venezolana, abandonó su automóvil, porque no tenía dinero, ni siquiera cómo comprar los cauchos, (así dicen los venezolanos a las llantas neumáticas). Los accidentes políticos del país, comenzaron a transformarla, "Si tú dejabas el carro en la calle, por la mañana, lo encontrabas en cuatro piedras porque se le habian llevado las ruedas".

Salió de su casa a los cincuenta y ocho años a vender cigarros, cubriendo trayectos llegó a la frontera con Cúcuta, durante cuatro meses, con su hijo Julio César. Descubrió una manera de vivir, que consistió en pagar arriendo barato en Venezuela y vender en Cúcuta sus artículos, en donde la moneda valía más. Descubriría que lo que no había perdido de su prepotencia natural, lo estaba perdiendo en peso corporal y que Julio César había enflaquecido, "Mi hijo se ha desnutrido se le caen los pantalones de lo huesudo que está".

El rector de Universidad del Rosario, Alejandro Cheyne ha manifestado: " Nuestra universidad lleva muchos años con el Observatorio estudiando la situación económica, social y politica de Venezuela, y por lo tanto las repercuciones que tiene para Colombia. Es un espacio muy interesante para el análisis. Se ha puesto sobre la mesa la necesidad de humanizar la migración, es decir, comprender que ante todo es un tema humano. Durante 365 años nuestra universidad se ha destacado por reconocer, siempre a los demás como personas humanas en todas sus dimensiones. La solidaridad de los colombianos con las personas que han venido de Venezuela ha sido extraordinaria y, como seguramente se han dado cuenta, personas rosaristas, también se han adherido a la comprensión de las necesidades de quienes llegan del vecino pais. Lo que estamos haciendo, es mostrar el factor humano de toda esa migración, que no son números, que son personas que están migrando y que están siendo aceptadas".

"A Fátima la conocí en una especie de tierra de nadie en la linea límite entre Colombia y Venezuela, en junio de 2018. Por allí ambulan, colectivos armados que apoyan al gobierno y paracos que cobran vacuna. Ese día me salió uno diciéndome que le diera algo de plata para cuidarme, le dije: 'no me conoces no te conozco', tengo que pasar rezando porque uno no sabe en dónde espantan".


"Acompañé a Fátima a salir de ahí. Me acerqué. Le hablé de lo peligroso del sitio, más aun cuando me di cuenta que era periodista y española. Hicimos una entrevista larga. Luego, su reportaje se convirtió en apoyo".

"He conocido que Bogotá es una ciudad increible, me fascina su historia, aunque digan que es insegura, me ancanta para empezar de cero".

En la búsqueda de domicilio para los venezolanos la escritora Fátima Martinez descubrió en Bogotá un sitio en donde se alojaban siete personas en una habitación. Al cierre de esta nota, son diez, los venezolanos que viven en el mismo cuarto.

Miriam y su hijo han tenido una suerte distinta. Habitan en un cuarto independiente en el sector de Candelaria. "Hemos tenido un ángel, un techo, una comida, el que es agradecido es bien nacido. Tanta acogida que nos han dado en Colombia...".

Fátima se refiere a sus nuevos huéspedes, "Ellos, trabajarán, lucharán, saldrán adelante sin victimismos".

 

 

Textos y Fotos: Noticias Colombia - Nelson Sánchez A -