A los quince años descubrió que tenía el don de la curación por la apremiante enfermedad de un amigo de su edad, que estaba acostado y pálido en la alcoba de una casona en Sibundoy, Putumayo. Su primer acto de curación fue ante un sorpresivo clamor de un padre de familia para que restaurara la salud de su hijo. «¿Tendré yo ese don? » – atach tu shua - se preguntaba.

En realidad, él joven Marcelino Chindoy no era el médico tradicional sino su padre, Domingo. -Usted puede. Recuerde que hijo de tigre sale pintado-, le increpaban. «¿Y si las cosas no salen bien?», se cuestionaba Marcelino.
Ser curandero es asunto de transmisión de un saber de padres a hijos, es el respeto de una línea tradicional.

Marcelino Chindoy, se interrogaba: « Será que si manaría ese poder de curación dentro de mí». Comenzaron a decirle Domingo Chiquito, porque vieron en él los atributos de su padre, que se llamaba Domingo. Estaba metido en una transgresión

¿Qué le iba a decir a su papá?. ¿Cómo se lo iba a contar?.

Aquel padre temeroso por la salud de su hijo acosaba angustiado al muchacho sanador:
- ¿qué hay que traer?, -¿qué hay que hacer?.
Necesitaba una vela, algodón, y alcohol. No había un huerto. Marcelino vacilante, hizo su ritual, bombeó con toda su fuerza los soplos. Cuando terminó pasó la calle en la incertidumbre, se preguntaba si había sido capaz de hacer las cosas bien. Fue a barrer a una cooperativa y estuvo preocupado todo el día. A la tarde volvió a la casa, al punto en donde hizo su ritual. Encontró a Iván. Su joven amigo estaba sentado. Tomó caldos. Había recuperado el color en sus mejillas. Ante la mejoría del enfermo, propuso preocupado que hicieran un pacto y guardaran el secreto. Pidió que no contaran lo de las curaciones.

Aquel pacto, hecho con solemnidad duró poco, hasta que hubo otro enfermo en familia y aquel beneficiario, al calor de los tragos violó la palabra empeñada.
-¿Para qué tanta vuelta si Marcelino es capaz de curar?-, así quedaron al descubierto delante de diez familiares sus facultades de sanación.

Los saberes ancestrales de Marcelino Chindoy han tenido una mutación cultural en la que interviene el dios de los cristianos. En su medicina tradicional agita hojas, se santigüa y se encomienda a María, la virgen. Las consultas de curación, no se parecen a las EPS que funcionan en los hospitales. Un paciente puede ser escuchado durante cuatro horas hasta encontrar el mal espiritual que le aqueja. El curandero da la vuelta, va a la chagra, en donde tiene la siembra de hierbas tradicionales, las ramas y los sahumerios. En Sibundoy la paga es un presente que se da al taita curandero.

El taita se toma varios tragos mientras los otros enfermos esperan. Para los blancos -así llaman a los que viven en ciudades o a quienes no pertenecen a su cultura- es un espectáculo aburridor, sentarse a ver una curación entre chicha o alcohol. A veces la sanación, se hace en manera pública a la vista de todos. Entonces se sabrá si es un mal de amor el que le aqueja.

Rituales y medicamentos.

La palabra, fe, que es una incrustación del catolicismo en la lengua kamtsa, resignifica un poder del magnetismo espiritual y el pensamiento sacral-mágico. En la farmacía botánica de Marcelino Chindoy, se encuentra la variedad de medicamentos, que conectan con el misterio: el carioquito morado, pezuñas y aceites, cuernos y pieles de animales.

El inventario de males que son curables es grande: ulcera gástrica, hemorroides, cálculos en la vesícula, migraña, tensión alta, barros, espinillas o anemias y de ahí en adelante... Marcelino Chindoy quiso estudiar medicina, sino que paró porque pensó que, a quienes había que educar era a sus hijos. –Curo sin tocar-, dice

“Le soplo – le acomodo la suerte”. todo en una relación cercana con la tierra.
"Uno se cree con el poder"- dice -

En el mundo de la tradición y de los espíritus Marcelino ha leído sobre el funcionamiento del cuepo, ha buscado capítulos de anatomía y se ha aproximado a la fisiología. Su lenguaje, como en un papiamento, se forma en los términos de la ciencia como trigliceridos, y los de uso común, disfunción, impotencia y frigidez, palos y cortezas, aceite de oso y aceite de serpiente.

Toma con seriedad la explicación sobre espíritus malignos que dañan al ser humano. Recibe a señoras que llegan a consultar con franqueza sobre flujos imprevistos, y a los caballeros que preguntan por el guacha viril o cusumbo compuesto porque necesitan estar como mástiles en su próxima relación sexual...Marcelino Chindoy les tiene el remedio.


 

 

Textos y Fotos: Noticias Colombia -Nelson Sánchez A