Jhoan Alexis Alayón
 

Ser homosexual y peluquero puede ser una doble carga de oportunidades o de discriminación si se le agrega la condición de ser venezolano, o venezolana. Es lo que han sentido los sesenta peluqueros o peluqueras que trabajan en Johan Colors, en la carrera décima con calle segunda en el sector de Las Cruces, en el centro de la capital de Colombia.

El sitio, o mejor, los sitios, ya que son tres peluquerias fundadas a partir de la agudeza empresarial de Johan Alayón, quien tuvo la iniciativa de ofrecer cortes de cabello económicos, -los más baratos de Colombia- desde $ 4000, ha permitido un envidiable volumen de ventas y de trabajo, y un significativo envío de remesas a las familias que quedan en la desastrada república.

Desde que salió de su casa en el municipio de La Calera, municipio ubicado al norte de Bogotá, inició un recorrido que lo llevó a Santafé, el Bronx y el Cartucho como consumidor de bazuco, hasta su recuperación.

Su convicción de generar trabajo, de ayudar a los demás, y por supuesto, de ayudarse a él, tuvo su mayor vigencia con el flujo migratorio procedente de la república venezolana. El arribo de migrantes estilistas aumentó su oferta de servicios. Las máquinas de corte, patilleras, planchas eléctricas y secadores se hicieron sentir como industria en sus salones, con un público permanente en turno.

El sector, en el que Jhoan Alexis ha desarrollado su actividad estética ha sido tradicionalmente peligroso. En presencia de las más altas autoridades nacionales, durante treinta y cinco años, creció el narcotráfico hasta capturar y arruinar el centro de Bogotá.

Los migrantes peluqueros se hacían en la puerta de su peluquería y dicen que pronto comenzaron a sentirse perseguidos. Para la Iglesia Cristiana Centro Misionero Bethesda y sus miembros, el centro de estética es fuente de pecado. "Dios ama a los pecadores, pero no lo que ellos hacen. Los afeminados no entrarán en el Reino de los Cielos. Aquí oramos para que el Señor los convierta o los saque pronto de aquí. Así está escrito en la Palabra", dice uno de los ujieres de la iglesia, quien transmite el sentir de la Congregación.

El sentimiento de solidaridad, según comenta Johan Alexis, ha tenido un precio. La Policia dice que la presencia de venezolanos ha aumentado la inseguridad. "Aqui los agentes han venido a decirme que por qué no le doy empleo sólo a colombianos, también me han dicho que están haciendo todo lo posible por cerrarme el establecimiento. Mire, siempre he cumplido con lo que me han pedido durante quince años que llevo trabajando. Ahora me han cerrado por ocho dias, por bobadas". Explica Jhoan Alayón.

Los migrantes llegan a su peluquería, y los recibe a trabajar sin discriminación de género o de preferencia sexual. La ùnica condición es que hagan las cosas bien.

La Secretaría de Salud Pública ha exigido que todo el personal que labore allí debe tener instrucción en escuelas de capacitación y de formación aprobadas por la Secretaría de Educación. Varios de los migrantes no tienen los recursos para hacer la homologación de sus conocimientos, aunque desborden en alegría por demostrar sus saberes en el mejoramiento de la apariencia estética. Esta fuerza laboral llegó sin el dinero para estudiar en escuelas. "Vienen con ganas de trabajar, pero no tienen en dónde dormir ni con qué comer. He sabido lo que es eso, desde que estaba metido en las drogas, aquí mismo en el barrio, y he sabido lo que es recibir garrotizas", -dice Johan Alexis Ayona.

"He vivido la discriminación desde que los gay no teníamos ningún derecho.A los trans los llevaban a las inspecciones de policia a pasar la noche por el delito de paños menores. He sabido lo que es ser humillado. Duré ocho años así, y aprendí lo que es que nadie le abra una puerta... "

En el sitio trabaja Bernardo, "la mechi", quien llegó a Maicao, en la Guajira, colombiana. Eulis Acosta dice que le da las gracias a Colombia, que le ha recibido con brazos abiertos. Robert relata que mandaba semanalmente $ 150.000, pero que no podían comprar nada con eso en su país. Que entonces sus familiares ingresan a Cúcuta en donde consiguen los sacos de mercado pero que como la frontera está cerrada, les toca regresarse con la carga por la trocha. "Y si no, toca pagarle a la guardia o darles algo de lo que uno que ha comprado".

Joan Alexis Ayona entre tanto pasa un tijerazo delicado entre el cabello de un cliente. Piensa con tranquilidad que sobre él recaerán más quejas y que las inspecciones serán tendrán mayor severidad... "esta semana he hablado con la amiga de una escuela de capacitación para que nos haga un descuento y pagar los cursos que nos exigen... de todas maneras nos seguirán cayendo bien sea por una o por la otra".

La Secretarìa de Salud del Distrito dice, basada en su marco legal, que puede clausurar, por razones de prevención o control epidemiológico y por un tiempo determinado, las tareas que se desarrollan en un establecimiento, cuando se considere que están causando un problema sanitario.

Al conversar con una hermana cristiana del Centro Misionero Bethesda, vecina de la peluquería dice, con fe en el padre celestial, que el Señor Jesucristo está escuchando los ayunos y que está poniendo en el corazón de los policias del cuadrante el sacar a esa gente de ahí, porque son fuente de contaminación y de transgresión.

Suena un secador, un varón que trabaja en el salón, hace la v, la de la victoria, "mire compadre de este salón estámos comiendo nosotros y sesenta familias más allá de la frontera..."

 

 


Entrevista y Fotografías:

Noticias Colombia: Nelson Sánchez A.